De las mil historias que se entrecruzan en Belén, año cero, a mi me gusta la de los magos de Oriente. Bueno, en realidad me gustan ellos, los magos, porque parecían observadores inquietos. Los magos de aquella época eran personas que miraban al cielo con atención buscando nuevas respuestas o buenas preguntas. Y luego me gusta ver cómo daban valor a los sueños que tenían (eran tan buen equipo que todos tenían el mismo sueño). ¿Recordáis la historia? El rey Herodes les había hecho prometer que le dirían donde estaba el niño. Para matarlo, porque siempre ha habido sinvergüenzas que quieren dejarnos sin futuro. Pero cuenta el evangelista Mateo que los magos, avisados en sueños de que no volvieran a Herodes, se marcharon a su tierra por otro camino . Así que no queda otra que soñar. Solo así encontramos el camino que lleva a casa, esquivando a los malvados. Feliz Navidad.
(o proponer sin tregua camelias sobre musgo)